lunes, 11 de julio de 2016

Los dientes de la eternidad


Los dientes de la eternidad. Jorge García y Gustavo Rico. 
Norma Editorial. Cartoné. 219 págs. Color (2016).

Tras una larga espera volvemos a retomar el periplo de Gylfi, con su búsqueda e intento de robo de la inmortalidad, con sus manzanas y con su traición a cuestas. Han pasado cinco años desde que conocimos la primera parte de su aventura cuando llegaba a caballo al Ásgard y entraba en el pabellón del Valhalla. Todos los presagios y los acontecimientos nos daban a entender el inminente Ragnarok de los dioses, y nuestro personaje iba a ser un involuntario espectador de esa caída y del fin de todo lo conocido. Ya desde la primera plana el narrador nos avisa: “Son dioses, son invencibles y, sin embargo, van a morir”.  
Jorge García (Salamanca, 1975) y Gustavo Rico (Barcelona, 1977) comenzaron este trabajo hace más de una década y al fin culminan su larga travesía. Conseguir publicarlo les ha costado lo indecible. En una reciente entrevista comentaban que habían propuesto la publicación a cerca de ciento veinte editoriales y que, bien el silencio, bien la negativa les hizo un daño psicológico de importancia. Recuperados, siguieron sin cejar en el empeño hasta que el proyecto llegó a las manos de Luis Martínez, editor de Norma Editorial, que apostó de forma personal e incondicional por la obra.
Las mitologías son espejos, los elementos comunes se miran unos a otros. Si una historia funciona ¿por qué no adaptarla al nuevo panteón emergente? Y así tenemos a un Loki bajo un castigo que recuerda poderosamente a otros castigos a mortales o dioses en los que un círculo cerrado de circunstancias hace que sea eterno y repetitivo: un eterno retorno. Y claro, el primer presagio, es el fallo de ese círculo que conlleva la liberación del mal. El fin del mundo es un recurso vigente en todas las mitologías y religiones. El ser humano necesita conocer el fin de las historias y de la vida, saber como acaba todo, no somos capaces de asumir una mitología o una religión sino está cerrada, y por tanto, de esta forma, sin saberlo conscientemente, entendemos que está bien narrada, que es creíble. De ahí que no haya mitología o religión que no tenga su particular final de todo lo conocido.
Jorge García nos propone un guión basado en cartuchos de texto de apoyo donde una voz de tono fantasmal nos va declamando la narración. Junto con el uso del presente de indicativo, todo sucede al momento, consigue que la lectura sea intensa y que la voz nos atrape y atraiga. Dice Pablo Auladell en el prólogo que se trata de una voz que no está acartonada sino que es actual, y que, por tanto, nos parece aún más real si cabe, una perfecta narración de transmisión oral, de escuchar/leer, no teniendo la apariencia de una invención, sino la de un hecho que realmente está ocurriendo, una sensación de verdad que otorga una fuerza inusitada a la historia. Micharmut coincidía con esta sensación de verdad que emana la obra e indicaba en el prólogo de la primera edición que el lector debía estar preparado “a que un copo de nieve se pose en sus cejas. O a que el ramalazo de una palabra lo petrifique”.



Jorge García  comenzó a escribir este trabajo tras la lectura del texto La alucinación de Gylfi, fue el principio, poco a poco, otros textos fueron cayendo en sus manos y siendo asimilados por su mente. La redención, tema recurrente en sus otros trabajos, vuelve a aparecer y a manifestarse en un personaje traicionero como Gylfi. No concibe García la redención sin la traición previa del protagonista. Asimismo, cada personaje tiene una voz propia, con elementos de articulación diferentes, lo que nos lleva a encontrarnos durante la lectura con un bestiario de personajes/voces creíbles y con identidad propia. Este es, sin lugar a dudas, uno de los aciertos fundamentales de esta obra y el que otorga esa “verdad” que percibimos en su lectura.
La calidad del trabajo no desmerece en nada a la primera parte ya publicada, elegantemente retocada y reelaborada para esta edición,  y sí que mantiene un nivel ascendente que eclosiona, en mi opinión, a partir del inicio de la batalla y de la aparición de Thor, con esa increíble imaginería que posee el dibujante haciendo de un personaje tan manoseado, una revelación: recreándolo fresco y nuevo.
Gustavo Rico con este trabajo se incorpora, si no lo había hecho ya, a la estela dejada por Guy Peellaert con su Las aventuras de Jodelle, a la de Miguel Calatayud con su Peter Petrake y sus Los 12 trabajos de Hércules, y permítanme que le incluya, al italiano Mattotti con esa capacidad para la imagen-concepto que tan bien está trabajada en este cómic.
Gustavo usa planas con distintas profundidades narrativas, páginas que debido a la repetición simétrica del dibujo parecen crecer o elevarse por encima del papel. Usa la imagen como un eco, y la percepción que tiene el lector es que el dibujo tiene sonido, y ese eco parece explotar en el tímpano con la lectura produciendo un encogimiento, una sensación de pequeñez ante el abismo de la imagen. Los fondos consiguen generar distintas atmósferas dependiendo del efecto que se quiera inocular en cada momento. Muestra la grandeza de los dioses, que imagen tan poderosa la de Odín, con pocos elementos, y la ruindad de Loki con una sonrisa irónica. Apabulla en las dobles páginas, sobre todo en las que da inicio a la batalla. Nos hace tragar saliva y tener anudada la garganta.      
Y el final de la obra, con la fantasía hundida en el corazón, con la tumba que rebosa cadáveres, se encoge el alma del lector. Un final de finales.
Jorge García y Gustavo Rico han realizado una de las obras del año, arriesgada y valiente, huyendo de modas y lugares comunes, siendo diferente, y por tanto con entidad propia, es decir, los ingredientes con los que se forjan los clásicos.  
                                                                                

  © Pedro F. Navarro, 2016

No hay comentarios: