domingo, 5 de septiembre de 2010

Dar a luz

Estás acuclillada. Hueles mal. Todos se apartan. Te miran con asco. Saberlo no ayuda. El orín se escapa por los labios de tu entrepierna. Lo sientes resbalar por tus muslos. Moja la tierra reseca. No puedes evitarlo. Diste a luz no hace mucho. Te quitaron a tu hijo. A nadie le importa. Tus ojos son de tierra. Tus lágrimas de polvo. Sufriste en el parto. No salió bien. Deberías estar muerta. Por eso hueles. Por eso te orinas sin poder controlarlo. Es un castigo. Así lo piensan. Ahora la decisión está tomada. Te cogen. Te llevan. Abren una fosa. Te arrojan dentro. Te entierran viva. Saberlo no ayuda. Das manotazos contra las paladas. Tu boca se llena de arena. Tu lengua escupe polvo. Intentas luchar. Te apalean con los mangos. Te quedas quieta. Es lo que esperan.


(Este pequeño microrelato habla de esas mujeres, africanas sobre todo, que no consiguen tener una rápida atención médica en su parto. Generándoseles una lesión que las condena. Quisé realizar un texto atemporal y sin ningún referente geográfico. Generar una imagen que impactara y aturdiera. Que no fuera agradable. Espero que les guste.)

2 comentarios:

Estepo dijo...

Me has dejado con el estómago tocado...

Pedro F. Navarro dijo...

La verdad, me alegra mucho.
Por otro lado, me sabe mal haberte dejado trastocado el estomago.